jueves, 5 de mayo de 2011

Aldo

Recuerdo cuando tenía nueve, diez u once años, que llegue apenas a este vecindario y todos los que ahora son jóvenes-adultos éramos niños; y los que ahora juegan pelota, aun no nacían o apenas aprendían a caminar. Uno de los recuerdos más antiguos de mi infancia en mi llegada a Tijuana es de él. Un recuerdo un tanto doloroso y humillante con el que ahora que he aprendido un poco más de la vida y de las personas puedo concluír lo poco sensibles y humanos que inconscientemente son los niños y lo tanto que pueden hacer sufrir a los demás. Pues ese recuerdo, es cuando mis amigos en verano explotaban globos en su cabeza y en octubre huevos en su cara. Humillándolo y él lo único que podía usar para defenderse era su fuerza física, pues era más alto y robusto que los demás. Desde entonces, se quedo esa percepción de el en mi mente, de una persona humillada por los demás, rezagada y burlada por la estúpida sociedad que sólo se siente fuerte haciendo sentir menos a los demás. Siempre lo miraba solo o con unos cuantos perros a su alrededor o algunos de sus sobrinos pequeños acompañándolo en su soledad y sus diarias caminatas por la colonia. Poco a poco, no se como fue metiéndose en mi vida, sus ojos siempre esquivando los míos y su risa muy fugaz y llena de infelicidad y soledad: serio, alto, cuerpo robusto, nariz grande y ojos oscuros, piel morena clara y un semblante demasiado triste. No lo voy a negar, siempre me dio mucha lastima y ternura al mismo tiempo, pero no podía hacer nada, aparte de brindarle mi sincero saludo –Hola Aldo, como estas?- su respuesta,- Bien y tu? (dándome la espalda, protegiéndose de cierta manera de mi) Nunca me imagine lo mucho que esa persona deseaba ser feliz, o tal vez no ser feliz pues nadie consigue eso tan fácil, si no simplemente tener un amigo sincero, un compañero de aventuras, un confidente, una persona con la cual compartir sus pequeños momentos, sus secretos, sus tendencias, sus mas locos pensamientos, su vida.
Hace pocos meses comenzó esto… Un día, regresando de un encuentro con una amiga, llegue a mi casa y recordé que mis llaves se habían quedado en el bolso de ella, fuí a la tienda a llamarle por teléfono, y en eso lo encontré… decidí (erróneamente tal vez) pedirle el favor que me acompañase caminando a la casa de mi amiga que esta relativamente cerca de la mía. El sin nada más que hacer obviamente accedió de inmediato y yo asustada un poco, decidí emprender la caminata por las llaves a su lado... Ese día fue el primero que plátique mas tiempo con el. Caminamos, y a cada paso lo conocía más y más... de repente no sé sí para impresionarme o para qué, comentó que le daba mucho placer matar a los animales y sobre todo, sentir como perdían la vida entre sus manos… eso me dio pánico, pues en ese justo momento íbamos caminado por una calle obscura, con piedras y nada transitada en la noche, apresuré mi paso, pero no importaba si era rápido pues esa calle es la más larga y sola que hay en la colonia y Aldo iba a escasos centímetro de el, caminamos y llegamos a la luz, desde ahí pensé que se me quitaría el miedo de lo que acababa de confesarme… pero nunca se me quito el miedo, de hecho en este momento tengo miedo, pues antes de comenzar a escribir esto me acompaño a mi casa. Bien, Llegamos a casa de mi amiga, los presenté y como siempre, la saludo y plático con ella dándole la espalda.. Curiosamente este chico llamado Aldo, siempre fue muy ¨raro¨, presiento que toda su ¨rareza¨ fue gracias a su familia y al poco amor que le demostraron, y también, a la naturaleza fría de sus parientes, naturaleza que el mismo reúne en todas sus expresiones corporales y en su hablar y en su forma tan obscura de ver la vida. Después de ese día, en las mañanas que voy a la tiendita me lo encuentro, platicamos las dos cuadras y me acompaña de regreso a mi casa. Todo comenzó normal, el comentándome sobre sus clases de box, o algo parecido, y yo haciéndole unos cuantos comentarios de mi vida. Comencé a notar rápidamente que estaba bajando de peso y el decía que era por el ejercicio. Y yo pensaba que bien, le hacia falta a este chico algo de ejercicio para sacar sus múltiples traumas, miedos y decepciones. Así pasaron los días, con nuestras pláticas matutinas, cuando llegaba a mi casa lo olvidaba por completo y solo lo volvía a recordar cuando de nuevo lo encontraba en la calle y otra vez me acompañaba a mi casa esas dos cuadras. Tiempo después, comenzó a visitarme. Yo salía y platicábamos de distintas cuestiones ordinarias… El siempre lamentándose de su terrible soledad, y yo consolándolo un poco con mis palabras. Sin embargo, de ahí no pasaba, se despedía a los escasos 5, 10 o máximo 15 min. Después de unas cuantas visitas en la tarde, decidió confesarme su amor. Un día llego más temprano que de costumbre, a medio día para ser exacta. Escuche su llamado, Salí y lo salude, despeinada, en pijama y descalza como suelo estar en mi casa. Charlamos unos minutos, mi mamá estaba en casa sentada en su mesita de maquillaje arreglándose para irse a trabajar, miro a Aldo y gracias al morbo que este chico suele despertar en las personas y también al alto y vibrante sonido de su voz, mi madre escucho la conversación. Aldo, con sus más sinceras, filosóficas y locas palabras expresaba su sentir hacia mí. Yo lo escuchaba, lo entendía y me encontraba desconcertada sin saber que decir. Mi mama me llamo y entre, comenzó a burlarse de las locas frases de Aldo y no voy a negar que reí con ella.
Salí de nuevo y Aldo comenzó a exaltarse, a decirme más fuerte cuanto me amaba y lo que despertaba y provocaba mi persona en su vida. Me avergoncé un poco, pues era temprano y las vecinas se encontraban afuera haciendo sus quehaceres diarios, y por lo tanto, escuchando lo que este chico (que todas conocían) decía G R I T A N D O. Al final, le dije lo de siempre: solo puedo ofrecerte mi amistad. El no se desespero fácilmente pues tenía en cuenta la posibilidad que estas palabras saldrían de mis labios, y preparó un arsenal de argumentos. Me pedía una oportunidad, decía que lo aceptara que yo no quería quitarme la venda de los ojos y ver que mi FELICIDAD estaba enfrente, que los dos estábamos solos, que el me amaba y daría su vida por la mía, y un sin fin de palabras que no sirvieron de nada. Después, cuando se canso de explicarme todo y tratar de convencerme me dio un fuerte abrazo de oso que confieso me dolió un poco y un beso en la mejilla, y me dijo que tal vez en esta vida no podría estar junto a mi pero en otra si le daría esa oportunidad, y yo le dije que eso era verdad que tal vez en otra vida estaríamos juntos. Se despidió muy fríamente y se fue gritando fuertemente en la calle cuanto me amaba. Pensé que ahí terminaría la historia, que el lo había entendido y que tal vez esa confesión solo fue otro de sus muchos arranques de locura. Sin embargo, ahí no termino. Días después, llego con un cambio de look, muy colorido por cierto y muy poco habitual en su persona, pues llevaba puesto un sombrero rojo combinándolo con su ropa color rojo y negro. Me saludo, y le dije que se miraba con más vida, pues sinceramente no se miraba tan mal, simplemente: diferente. Ese día, solamente me dijo que estaba haciendo muchos cambios en su vida y que su personalidad y look era uno de esos cambios. Lo felicite sinceramente y le dije que esperaba que se encontrara mejor y feliz, se despidió y se fue. Pasaron los días para que lo volviera a ver. Otro día llego de nuevo, pinto su cabello color rubio amarillo, estuvimos platicando como de costumbre y el recordó lo que sentía hacia mi, volvió a repetir sus argumentos y cansado de decirme todo eso sin una respuesta, me volvió a dar el abrazo de oso que lo caracteriza desde niño (siempre jugaba así con los demás; el temido ¨abrazo de oso¨ de Aldo) un beso en el cachete y se fue gritando de nuevo que me quería. Así pasaron los días, lo seguí encontrando, sin embargo ya no me decía nada de sus sentimientos y entonces comencé a tranquilizarme. Pero en sus próximas visitas, solo venia a decirme lo infeliz que era gracias a mi, gracias al desamor de parte mía, lo solo que estaba y lo infeliz que era… etcetéra etcetéra. No niego que me siento culpable, no niego que quisiera quererlo un poco, pero no niego tampoco que solo siento lástima por el. Hoy, fui a la tienda por cigarrettes y lo encontré, me acompaño de regreso y cuando llegamos a mi casa me quede un ratito platicando afuera, entonces ahora si comenzó a quejarse como nunca de su TERRIBLE soledad, de que no tenía ningún motivo de vivir y que se cambiaria de domicilio pues verme tan seguido solo le provocaba dolor. Le ofrecí de nuevo mi amistad pero la rechazo pues dijo que el no ocupaba mi amistad sino algo más, me dijo que así como podían salir palabras de amor de sus labios también podía expresar palabras de odio. Expresó que para el no existía un término medio, o era feliz o Infeliz o Amaba u Odiaba con toda su alma. Que guardaba mucho rencor en su corazón. Se despidió, me dijo que nunca nos veríamos que se iría pues no tenia nada aquí por que vivir… ahora no me dijo que me quería, solo me dijo lo infeliz que era y lo solo que estaba y que mi rostro solo le recordaba ello. Que no quería odiarme, por eso mejor se iba.
Sus palabras me dieron mucho miedo, pues al verlo lo único que recuerdo es lo que me dijo aquella noche, su pasión por ver morir en sus manos. Nunca olvidaré eso, nunca y siempre tendré mucho miedo de el. Ojalá que se valla lejos de aquí, nunca vuelva a verlo y sea feliz. Pero la verdad hoy tengo miedo de sus palabras y de sus bajas pasiones. Haber en que termina la historia, me da miedo que me confunda con uno de sus gatitos y me tome por el cuello…

Días después…
Hoy me encontré al famoso Aldo en mi calle al llegar a mi casa… brinqué la cerca, como de costumbre, y el estaba allí parado viéndome, y yo arriba trepada como changa en el balcón. El caso es que la última vez que miré a Aldo, comenzó a reclamarme que es infeliz por mi culpa, sin embargo, esta vez su semblante era muy relajado, feliz y muy natural. Creo que tiene retraso mental, y es un joven de 21 años pero su mentalidad es de un niño de 12, o no sé es alguna enfermedad mental, y confieso que este día en vez de miedo me resulto algo reconfortante verle tan feliz, pues no me sentí tan culpable por su infelicidad… hace unas horas, además de halagos, me dijo que yo también me miraba muy feliz y eso me agrado pues se que se nota en mi rostro la pequeña felicidad de estos últimos días, así también me dio gusto su comentario, pues me imagine o quise talvez imaginar, que al estar mi yo en armonía, mi mundo lo siente y lo disfruta junto a mi… ojala mi amigo Aldo siga igual de feliz como este día, como hacia MUCHISIMO tiempo no lo estaba… de esa manera yo también estaré feliz.

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